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diumenge, 21 de març del 2010

Blog de Eduard Punset » Es preferible el amor al alimento






Autor: Eduard Punset 21 Marzo 2010
Un colaborador de mi blog recordó a sus lectores un experimento cruel; se arrancó de su madre a una mona recién nacida para que compartiera sus primeras semanas de vida entre un robot –parecido a una mona de verdad de la que podía extraerse leche– y otro robot similar, pero con piel suave de lanilla que abrigaba del frío. La cría sólo dejaba a este último el tiempo justo para alimentarse con el otro robot y volver a buscar enseguida el contacto de la lanilla que parecía envolver no sólo su cuerpo, sino su vida y sus sueños. Como dijo el inteligente comunicador del blog, “es preferible el amor al alimento”.
¿Por qué no entienden esto nuestra pareja, nuestra empresa o el Gobierno? ¿Tan difícil es constatar que la vieja sentencia del fundador de la psicología moderna William James sigue vigente? Desde la infancia andamos buscando a lo largo de toda la vida el reconocimiento y el amor del resto del mundo. No obstante, nos han metido con sangre y fuego que sólo vale la pena competir por el interés y el dinero.
Les reproduzco a continuación el e-mail que acaba de enviar un biólogo candidato a un puesto en la productora audiovisual Redes, después de haberse quedado, por culpa de la crisis, sin trabajo. Sólo quería unas aclaraciones, pero su encuesta estaba tan alejada de lo que William James tenía en la cabeza a comienzos del siglo pasado que hacía falta machacar el alma para seguir ayudándolo a buscar un trabajo: “Necesito saber: 1. Cuál sería exactamente mi función. 2. Qué comisión tendría por cliente conseguido. 3. En qué lugar físico estaría ubicado. 4. Tengo entendido que, de ser así, tendríamos vinculación por contrato mercantil”.
Experimento que el psicólogo norteamericano Harry Harlow realizó en con crías de macacos Rhesus (imagen: revista LIFE).
Casualmente, el mismo día se recibió en la sede de la productora una notificación de otro candidato, esta vez de una psicóloga, que decía lo siguiente: “Me han dicho aquí, en la empresa en que trabajo en Huelva, que no podrán renovarme mi contrato a partir de mayo porque la crisis los obliga a efectuar ajustes de plantilla. Ahora bien, estoy tan entusiasmada con todos los proyectos de la productora que quisiera estar al cien por cien cuando fuera posible, inclusive antes de mayo”.
La primera misiva es perfectamente legal y su interés, incuestionable. ¿Cómo no pretender, a la hora de buscar un puesto de trabajo con o sin crisis, saber con exactitud los interrogantes que se plantean en la carta? Es más, la sugerencia de la otra candidata al puesto olvida puntualizar cláusulas del contrato que podrían ser posteriormente fuente de confusión y decepciones.
Ahora bien, me gustaría pedirles a mis lectores que, con la mano en el corazón, elijan a un candidato o a la otra para un puesto de trabajo imaginado. Se trata de dos finalistas en este concurso virtual cuyos historiales han sido cotejados y analizados sobradamente. En igualdad de condiciones de conocimientos adquiridos y pretensiones, ¿a quién elegirían: al biólogo o a la psicóloga?
Yo creo que no lo dudaría, porque han burocratizado tanto nuestra vida los que supuestamente están para protegerla que han eliminado las huellas del amor y del afecto cuando entramos o salimos del trabajo, del ascensor, de una calle a la que han removido las entrañas, de un aeropuerto o del AVE sin preguntar jamás a los peatones, taxistas o tenderos cómo les afecta la decisión de intervenir.
La gran mayoría de las personas se pasa la vida, efectivamente, buscando el reconocimiento y el amor del resto del mundo, mientras que una minoría se dedica a borrarlo de la faz de la Tierra. ¿Se imaginan cómo podría ser la vida si todos buscáramos lo mismo?